La princesita que no quería entregar el orto ( continuación, desenlace y moraleja)

El rey se quejaba ante Hermosa por la dificultad que tenía para encajársela a algún príncipe. Le decía que tenía que ser un poco más putita, que solo dolía la primera vez, que no hay mujer a la que no le guste la pija...pero no había caso. La conchuda pensaba morir solterona y virgen.

De pronto un día, apareció en el pueblo un dragón.
Todos saben lo terrible que es que un dragón se te instale en el reino, porque después no lo sacás más.
El fantástico ser de centro derecha se presentó ante el rey y le ofreció un trato para no asolar a su reino feliz y progresista: Todas las semanas, deberían enviársele tres doncellas a su cueva en las montañas para su solaz y regocijo. Y cada semana deberían ser tres mujeres distintas.

El rey aceptó el trato. Creía que echar al dragón por la fuerza era incivilizado y retrógrado, y además, si lo echaba, como el dragón era un usurpador extranjero, temía que la oposición lo acusara de xenófobo. Partieron las tres primeras doncellas voluntarias, despedidas con honores de heroínas, hacia su destino de grandeza y abnegada devoción por la patria.

Una volvió con la mandíbula dislocada, otra con la concha que aplaudía con los labios al caminar, y la tercera volvió con el culo que se le caían los soretes.

Ni los más ancianos del reino recordaban la aparición de un dragón tan pijudo como este.
Al poco tiempo ya no quedaban doncellas sanas en el pueblo. La masa obrera estaba descontenta porque las chicas volvían inutilizables. Después que el dragón las soltaba, era como cogerse un aljibe, decían los más exagerados.

Ya nadie quería casarse con semejantes deformes y la población decrecía hasta índices alarmantes. Además se quejaban de que el rey no entregaba a sus hijas como todo el mundo. Para calmar los ánimos, el rey envió a Fea como regalo para el dragón.
Pasaban los días y fea no volvía.

El dragón estaba enamorado, nunca había conocido a una mujer tan pero tan puta. Presentóse el dragón en palacio y pidió oficialmente la mano de Fea, ya que el culo no necesitaba pedirlo.

El rey estaba dichoso. Su hija Fea conseguía por fin marido, el reino se libraría por fin de las demandas del dragón, su gobernabilidad dejaría de estar comprometida y el pueblo seguiría trabajando para enriquecerlo. Pero la más feliz de todas era Hermosa, quién se salvó una vez más de tener que entregar el rosquete.
Finalmente parecía que todos obtendrían lo que querían.

Se preparó una gran boda.

Pero cuando la feliz pareja se retiraba a sus aposentos, el dragón hizo un giro inesperado, gambeteó a tres guardias, y sin aviso y sin manteca, se la clavó por el culo a Hermosa.

Al dragón le saltó tanta lechona que el palacio se inundó y murieron todos ahogados y pegoteados. Sobreviviendo solamente un borracho, para que la historia pudiese pasar de boca en boca por los tiempos de los tiempos advirtiendo al resto de los mortales:

Chicas, entreguen el orto. Que finalmente, todos moriremos.